Dicen que es la primera estación de Europa y la tercera del mundo después de las tokyotas Shinjuku e Ikebukuro. A decir verdad, a mi paso para hacer correspondencias en las dos estaciones niponas, nunca me sentí tan solo y desamparado como en la parisina Gare du Nord. Intenté ubicarme en aquel meandro de pasillos y olas humanas y partir en el primer tren que pasara por Saint-Leu-la-Forêt. Dejé atrás Paris con todos los rostros del mundo y abrí mi periódico sin dejar de echar un vistazo a la aglomeración urbana que se extiende al norte de la ciudad.
Un domingo gris, feo y por demás triste se abría delante de mi, pero eso no fue impedimento para caminetear las calles de St Leu antes de encontrarnos el grupo de amigos.
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