dimanche 12 juillet 2009

Remembranzas en vísperas de un aniversario secular


Antes de abandonar Castelló, quise sentirme prisionero en los muros de una de las más antiguas prisiones de Cataluña. Cómo evadirme de aquel pueblo que me tentaba a seguir deambulando por sus calles? Sentí frío en las minúsculas celdas, escuché cadenas arrastradas por cuerpos fatigados, marinos perdidos o filibusteros llegados a las costas del condado. Ellos se evadieron dejando dibujos de barcos sobre las paredes. Una manera de matar el tiempo vivo insoportable, de evadirse en esos veleros murales. Pude entonces evadirme y buscar aquello que quedara de sinagoga. Búsqueda infructuosa. Dos tuvo Castelló. Como también su Call judío. Casi en bordura del pueblo, el Convento de Sant Bartomeu o de la Mercé, fundado por Sant Pere Nolasco en 1238. Recordé que nuestra infatigable Marta había fundado junto a sus hermanas en la ciudad del Bélico, un colegio que bautizaron San Pedro Nolasco. El convento, construido primeramente al exterior del burgo, fue trasladado en tiempos del conde Ponç Hug III al interior de la muralla. En el patio de la casa Nouvilas quedan como testigos del edificio conventual, dos impresionantes galerías del claustro de influencia renacentista, rico en arcos rebajados y columnas toscanas.
©cAc-gi09
En el siglo XIII las monjas clarisas fundaron su convento en terrenos próximos a Castelló. Más tarde, a finales del XVII, el convento fue trasladado a proximidad de la basílica. Santa Clara me persigue en muchos de mis viajes y me pregunto si es que mi ciudad me falta y su patrona se empeña en acercármela en cualquier recodo o paraje por el que me escape. Con su modesta iglesia de una sola nave y su sencillo claustro, compuesto de galerías de arcos de medio punto, el Convento de Santa Clara, sin pretensiones monásticas varios siglos ya corridos desde el lejano 1260, dejaba escapar los acordes de un arpa que se lamentaba sin razones.
Bajamos por la calle mitad sombra mitad reflejo del sol y buscamos la salida del pueblo. Allí justamente, en la carrer de Santa Clara, terminamos el noble recorrido por las calles que vieron deambular a luz de una antorcha a los condes de Empúries.

©cAc-gi09

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