Durante una estancia en Estambul, repasé la lista de baños que proponía mi guía Routard. Estaba convencido que dejar la que para mi seguía siendo Constantinopla, sin haber disfrutado de un relajante baño turco, era un sacrilegio. En Casablanca y Rabat he vuelto a entrar en esos enrarecidos ambientes de vapores y masajes que han aliviado mi fatiga de viajero y curioso. Los baños termales de Budapest me animaron a cuestionar mi horror al ajedrez. Otros baños, de mar liso como un plato o encabritados, en lagos fríos como el Bracciano al norte de Roma, de ríos con agua diáfana peinando sus piedras o debajo del salto del Caburní en Cuba, que también es rica en baños termales a donde desde pequeño mis padres me llevaban, buscando tranquilidad en Ciego Montero o aliviando penas óseas en las calientes aguas de Elguea. Pero el baño que nunca se apartará de mi memoria y que un día postearé en esta bitácora, fue aquel onzen de Kyoto, una tarde de la primavera del 2003.
©cAc-gi09
Mirando aquello que podría ser complemento a la estancia en Girona descubrimos que una cúpula de inspiración oriental sostenida por arcos que descansaban sobre ocho columnas y que dejaban pasar la claridad celeste era bien aquella de los Baños Árabes de la ciudad. Pero cuál no sería nuestra decepción al percatarnos que los baños árabes de Girona, que nunca fueron construidos por los musulmanes, sólo se visitan como patrimonio cultural. La decepción no impidió alimentar nuestra curiosidad y entramos en los Banys àrabs a esa hora inexacta del mediodía pasado y que puede ser crucial cuando el sol afuera da latigazos sin piedad. El edificio de estilo románico fue construido en 1194, siguiendo al interior la distribución de los baños musulmanes, en apogeo en esa época. Hacia 1200 fueron reestructurados los baños y cerrados en el siglo XV. El convento de los Capuchinos dispone del inmueble en 1671 utilizándolo como despensa, cocina y lavaderos; y el público, que conocía la existencia de los baños popularizados en el XIX como baños árabes volverá a apreciarlo luego de la rehabilitación y reapertura en 1929.
Si el verano es demasiado rudo y necesita del frescor de un sitio del que saldrá desintoxicado de angustias y crisis terrenales, le invito a desvestirse en el apodyterium de mi blog, y pasearse del frigidarium al caldarium pasando por el tepidarium. Las calderas se mantienen encendidas, y al poner un pie fuera en la calle empedrada que es Ferran el Catolic, me dará razón, de haberse detenido en esta página.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire