La caminata nos ha incitado “à la découverte”. En los pueblos alrededor de Roquemaure, cada puesta de sol es una secuencia de colores insolentes y efímeros que se complacen en engañarnos a cada parpadeo. Dicen que los crepúsculos desde la iglesia Saint Saturnin y su puente medieval son un derroche de colores bañando las aguas del Ródano. Para llegar hacemos unos treinta kilómetros de carretera, pasando por Saint-Géniès de Comolas, L’Ardoise, Bagnol y Saint-Nazaire (otro que no es el conocido puerto bretón). Cuando llegamos al “malecón” que bordea al río ya es tarde y poco queda de esos reflejos hermosos del final de una tarde. Damos la espalda al puente, y con remordimientos fantasiosos aprieto el obturador por aquello de no perder una ocasión.
vendredi 17 juillet 2009
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