Chusclan tuvo sus murallas y las desbordó al final del XIX. La viña daba prosperidad al pueblo, y todavía hoy lo mantiene activo. El macizo de Gicon la protege del viento, el Ceze le procura frescor y da rendimiento a sus tierras. El pueblo gira alrededor de su iglesia romana, construida entre el X y el siglo XI, encima de las ruinas de lo que fue un priorato benedictino. Iglesia parroquial hasta 1856, el edificio a conocido toda suerte de usos, desde trastero de la municipalidad, escuela comunal, vivienda del institutor hasta ser convertida en mediateca. Luego vino la esperada restauración. De la época romana sólo queda la fachada del campanario y la nave central. La huella de capillas agregadas puede verse aún. La torre cuadrada que sirve de campanario, incorporada en 1599, domina el conjunto. Como muchas otras iglesias que han sufrido el canibalismo de marchantes inescrupulosos del arte religioso, la puerta se mantiene cerrada fuera de las horas de culto. Pinturas murales del XIII al XVII que representan a San Julian y a San Emeterio, y de los cuatro fundadores de la iglesia, Agustín, Ambrosio, Benito y Gregorio, son expuestas en la mediateca del pueblo. En el vasto espacio de la iglesia, los muros estuvieron cubiertos de pinturas de Marnelli, y de Guilbert d’Annelles, dos maestros de la pintura aviñonesa. El tiempo no perdonó, y la conservación de las pinturas fue imposible. Saliendo del templo, amparado de la violencia del sol, caminamos buscando la salida hacia el castillo de Gicon.
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