jeudi 2 octobre 2008

El afilador de tijeras


El ruido de ruedas avanzando mezclado con un campanilleo continuo se dejaba escuchar de cuando en cuando en la calle de mi casa. Y como la curiosidad me mataba, me asomé a la ventana y vi un señor entrado en años empujando su carrito, una especie de mesa rodante, y a cada lado cristales. Así descubrí al reparador ambulante de vidrios. Eso fue hace años y luego dejé de ver al reparador ambulante, un oficio de hecho en vías de desaparición. Por la misma época, el mismo ruido avanzando y la campana anunciando que pasaba, me hizo descubrir ésta vez al afilador de tijeras. Y no solo de tijeras, también cuchillos y otros objetos de punta y de cortar como los alicates para la manicure. Ah, como me recordé del afilador de tijeras que pasaba por mi casa de Santa Clara, un viejito un poco jorobado, siempre portando un saco descolorido por el tiempo y un sombrero para protegerse del sol. Afiladooooooooor, lo llamaban desde las casas, una cabeza de mujer salida por la ventana, con sus tijeras en la mano. Otras, que lo conocían, lo llamaban por su nombre, Eugeeeeeeeenio, pase por aquí, y la mujer sostenía una taza de café caliente que el afilador nunca rechazaba. Nunca más volví a ver un afilador de tijeras en las calles de Santa Clara. Y existen, sólo que no salen de sus casas, donde tienen sus limas y sus piedras de afilar. Garantizan el afilado de tijeras y los alicates de las manicures. La gente afila los cuchillos en sus casas.
Hoy, algo soleado después de una mañana de lloviznas, escuché el ruido de ruedas avanzando sobre los adoquines y la campanilla anunciando que el afilador pasaba. Me alegró constatar que todavía no han inventado afilar tijeras por internet y que el viejo oficio no ha desaparecido de las calles de Paris, o más bien, de mi barrio, Batignolles, que sigue atado a sus tradiciones.
No tenía tijeras que afilar, pero bajé a la calle para saludar al afilador de tijeras.

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