Terminada mi curiosidad por el cientocuatro, pensé dar una vuelta por el barrio, conocer la Villa Curial, caminar, hacer fotos. Los domingos son de una tristeza que no hay diversidad social ni cultural que la levante. El cielo velado, el barrio triste, de un amarillo marchito, denso, no me animaba y volví a la avenida de Flandres en busca de la estación del metro. Preferí caminar hasta Stalingrad para llegar a Belleville y tomar la línea 11 y bajarme en Hôtel de Ville, en lugar de ir a casa.
El Marais, buena parte peatonal el domingo, era un hervidero de gente. Las terrazas llenas, los cafeses oliendo a expresos, el gris disipado por el murmullo urbano, las boutiques abiertas, galerías y exposiciones, y así contorneando a unos y a otros, entré por el pórtico del Hotel Salé.
Genial Buren! Una creación in situ firmada por el conocido hacedor de las columnas de la cour d’honneur del Palais Royal. Aquí les dejo el fabuloso corte del inmueble que alberga al Museo Picaso.
El Marais, buena parte peatonal el domingo, era un hervidero de gente. Las terrazas llenas, los cafeses oliendo a expresos, el gris disipado por el murmullo urbano, las boutiques abiertas, galerías y exposiciones, y así contorneando a unos y a otros, entré por el pórtico del Hotel Salé.
Genial Buren! Una creación in situ firmada por el conocido hacedor de las columnas de la cour d’honneur del Palais Royal. Aquí les dejo el fabuloso corte del inmueble que alberga al Museo Picaso.
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