Emil Nolde (1867-1956) fue un artista que se formó como ebanista y la casualidad lo llevó a dar cursos ,de diseño en Saint-Gall, en Suiza. Así descubre las cimas alpinas, éste hombre de las ciénagas del norte de Alemania. Pintará las cimas a la aguada y las metamorfoseará en figuras grotescas inspiradas por los nombres que les dan las gentes del país. Sus cartas postales fueron un éxito y lo hicieron próspero al punto que abandonó la enseñanza y se consagró a la pintura. Su primer gran cuadro (Gigantes de la montaña 1897-1898) fue rechazado por el jurado de la exposición internacional de Munich de 1898. Eso no lo amilana y emprende estudios en Munich y también en Paris. En Paris descubre a Daumier y a Rodin. Van Gogh y Gauguin lo marcan, pero él no abandona su mundo de sueños, una libertad expresiva de los mitos nórdicos.
Los miembros del grupo Die Brücke vieron en él a un precursor, cosa que le produjo desconfianza pero de la que supo disfrutar. Fue iniciado por Kart Schmidt-Rottluff en el gravado de la madera y logra maravillas hoy consideradas como entre las más bellas estampas de inicios del XX.
Entre 1913 y 1914 viajó de Berlin a Moscú, de la capital rusa a Japón, luego a China y también a las colonias alemanas de Nueva Guinea.
Los años del nazismo fueron oscuros y dolorosos. En 1934 se hizo miembro del partido nazi. Su obra era apreciada por Goebbels. Sin embargo, no cambió su línea estética. Fue héroe a pesar de él. Los nazis lo presentaron en todas las exposiciones organizadas para “acabar con el arte degenerado”. En el 41, los nazis le prohiben pintar y la Gestapo controla su casa y lo vela.
A pesar de todo, su obra es excepcional, abundante, que raya en el delirio muchas veces. Es de un placer enorme descubrir la audacia pictórica de quien se revela como el precursor del expresionismo alemán en la retrospectiva que le consagra el Grand Palais de Paris en sus Galeries nationales.
Los miembros del grupo Die Brücke vieron en él a un precursor, cosa que le produjo desconfianza pero de la que supo disfrutar. Fue iniciado por Kart Schmidt-Rottluff en el gravado de la madera y logra maravillas hoy consideradas como entre las más bellas estampas de inicios del XX.
Entre 1913 y 1914 viajó de Berlin a Moscú, de la capital rusa a Japón, luego a China y también a las colonias alemanas de Nueva Guinea.
Los años del nazismo fueron oscuros y dolorosos. En 1934 se hizo miembro del partido nazi. Su obra era apreciada por Goebbels. Sin embargo, no cambió su línea estética. Fue héroe a pesar de él. Los nazis lo presentaron en todas las exposiciones organizadas para “acabar con el arte degenerado”. En el 41, los nazis le prohiben pintar y la Gestapo controla su casa y lo vela.
A pesar de todo, su obra es excepcional, abundante, que raya en el delirio muchas veces. Es de un placer enorme descubrir la audacia pictórica de quien se revela como el precursor del expresionismo alemán en la retrospectiva que le consagra el Grand Palais de Paris en sus Galeries nationales.
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