Sin necesidad de tomar un avión, hoy he visitado América. Treinta minutos de metro y unos trescientos metros bajo una fina lluvia a veces cortante por el viento para alcanzar la puerta. Imposible de abrir el paraguas. A paso rápido llegué y casi toco el cielo una vez que se abrió la frontera invisible. América me recibió sin pasaporte ni registro aduanero. A través de los cristales, una torre, un domo, un arco y un corazón en lo alto de una colina. Lejos, allá en el fondo, el Manhattan parisino y el gris de un horizonte arropado por el otoño. América sin deudas, sin crisis, ni depresión financiera. Una bandera con sabor a picadillo y plátano maduro frito en el asta de la cocina. La América cubana con las llaves del golfo en los ojos. La voz dulce y el hablar pausado. La tierra entre cuento y cuento, los recuerdos a flor de labios.
dimanche 5 octobre 2008
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