La tarde fue de lloviznazos sorpresivos. Pasadas las cinco, me preguntaba si por fin iba a escampar pero mi deseo de que cesara la lluvia no lo tendría en cuenta el cielo aún cargado de cirros y arropado de gris. Quiero dejar de ser obsesivo con la puntualidad y no volví a mirar el reloj. Llegué con retraso al Auditorium de la Maison de l’Amérique latine. No podía amurallarme detrás de alguna persona que entrara con la misma tardanza que yo. La lluvia había hecho ajustes en la hora de comienzo y no tuve necesidad de endurecerme ante las miradas de quienes ocupaban el estrado. Hay que ser piedra y dejarse tallar con la mirada de los ya sentados. Eyda quiere ser roca ígnea y desde la mesa extiende sonrisas a quienes esperan escuchar su silencio poemado. He pensado encerrarme en una fantasía, alejarme con los remos que acaba de ofrecernos, desintegrarme en un verso y perpetuarme en la nada, qué es la nada? Le preguntaré al final de la lectura, pensé mientras escuchaba la voz de Christian Roy-Camille, presentando la obra de Eyda, y Machin-almente olvidé que también podía convertirme en cenizas.
En la voz del silencio, escrito casi todo en español, salvo un poema que ante la negativa de querer nacer en árabe, vio la luz en inglés, traducido al francés por la autora, y ofrecido desde la mesa sin silencios, por la propia autora, por una amiga y a duo con William Navarrete.
La lluvia no impidió la presentación. Ni acercarnos a Eyda.
©cAc 2008
1 commentaire:
Gracias por estar con nosotros Carlos y por estas notas, la noche de anoche con Eyda fue muy linda. Una pena que no te quedaste pues luego nos fuimos en grupo de unos 15 a seguir celebrándolo.
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