Como no soy fiestero ni amigo de pasar una « mala noche », cosa que me ha traído disgustos familiares cuando se ha tratado de velorios y de « quedar bien », soy incapaz de mantenerme vertical cuando pasa la medianoche. Sin embargo, anoche hice una excepción y logré llegar a casa en una calabaza tirada por ratones, después de haber disfrutado de la “nuit blanche parisienne”. Esta es la séptima edición de la Nuit Blanche y mi primera escapada para ver el singular patrimonio de Paris vestido de contemporaneidad. Y como admiro las estaciones de trenes monumentales, este año dieron en el clavo: las instalaciones privilegiaron el movimiento de las terminales, que son un monumento cuya vida no se detiene nunca. Sigan mi itinerario y no se decepcionarán!
© cAc 2008
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