jeudi 25 septembre 2008

Mutaciones urbanas en China


La exposición dedicada a la evolución de la ciudad en China, instalada en la Cité de l’architectura et du patrimoine, en Trocadero, cerró sus puertas el pasado domingo 21 de septiembre. Dos semanas antes del cierre encontré tiempo suficiente para entrar en el edificio de Trocadero y dedicarle casi tres horas a una muestra, a la que fui con muchas expectativas y que encontré demasiado aburrida. Es posible que la escenografía elaborada por el arquitecto catalán Enric Massip haya tenido que ver con mi desilusión. La ausencia de una hoja de ruta para seguir la expo abría las puertas a una visita en la que los pies se movían hacia aquellos recodos donde la luz permitiera ver el meandro de fotos expuestas, numeradas, cuyas leyendas a veces no aparecían. Una lástima, porque buena parte de las fotografías de la epopeya urbana china, obras desconocidas para el público, fueron hechas por fotógrafos locales. La penumbra de las salas se contagiaba con las improvisadas salas que mostraban cortometrajes de hechos de la vida cotidiana en diversas grandes urbes del país asiático, desde las conocidas Pekín y Shanghai, pasando por las célebres Suzhou y Xi’an, la desconocida aglomeración urbana que une a Cantón y Shenzhen o la vertiginosa Chongqing. Puedo comprender que la exposición se inspira de la frase “Cierra los ojos y el negro de los caracteres hará aparecer las luces de la ciudad” tomada de “Chinois de la Douleur” del escritor austriaco Peter Handke. Una exposición con mucho que ver pero que no llegaba a colmar todo el interés por el que me desplacé hasta el sitio. Ya casi al traspasar los límites de la exposición, me sentí más aliviado al contemplar una parte de la maqueta de Beijing, y volver mis pasos al laberinto de calles por las que había caminado en abril pasado. Pekín se me hizo un recuerdo de bruma matinal al alba mientras caminaba desde el hotel Cuimingzhuang hacia la plaza Tian’anmen. Días más tarde, conversando con un amigo, decepcionado como yo, me hizo saber que si bien la exposición era perfectamente nula en su concepción, el libro que la completa, que no es en nada un catálogo, además de ser apasionante como texto, está magníficamente ilustrado. Gracias Christophe!

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