Aunque no soy un apasionado de la Nochevieja, he tenido la suerte de ver no pocas en diferentes puntos de la tierra. Dos me son en extremo familiares. La Nochevieja de la Isla, con poco o mucho, tiene un sabor particular. Es noche de intimidad, de conjuros, de ritos que se han unido como mosaicos de un piso en el que resbalan los buenos y los malos augurios. Se echa el agua a la calle, y que en la caída arrastre todo lo malo. Tampoco estás obligado de decir felicidades por pura hipocresía. Cierras sencillamente la puerta, pasas doble pestillo, miras por el hueco de la cerradura en caso de que no tengas mirilla y velas que no entre nada, absolutamente nada a tu casa.
Cuando era muchacho, cada año desaparecían uno, dos y hasta tres productos que una vez nos identificaron como “hijos” de España: las uvas, las peras, las manzanas, los turrones de Alicante y de Jijona, los higos secos, las pasas, las nueces y las avellanas, los dátiles, la cidra, el buen vino tinto riojano o blanco de las orillas del Duero, las yemas en finas cajas de madera, los polvorones de Sevilla y el mazapán. Me pregunto si la Nochevieja a la española desapareció o nunca fue con uvas y campanadas de medianoche. Me gustaría pasar una Nochevieja, en un pueblo del Escambray, digamos Manicaragua, y disfrutar de esa frialdad decembrina, mientras camino por una calle envuelta entre la humedad y la bruma…
Pocas veces nos hemos quedado en Paris, y si no damos un salto fuera de las fronteras del hexágono, nos dejaremos acariciar por el mistral soplando en el valle del Ródano, caminando en dirección al puente de Avignon o simplemente, tomando un buen vino en “petit comité familial” en espera del repique de las campanas de la Collégiale de Roquemaure. Invitaciones no faltan, donde no faltará el champagne, el fois gras y un poco de “salsa” para moverse. La Nochevieja francesa no me motiva en lo absoluto, aunque en ocasiones haga de tripas corazón. Qué nos deseará Sarkozy este año desde el palacio del Élysée? Que nos preparemos para nuevas calamidades? Que no morirán más SDF en las calles de Paris? Que el acceso a la vivienda se hará realidad? Que trabajemos más para que ganemos más, incluso los domingos? Non, Merci! Seguro que vendrá bronceado del Brasil. Felicidades Monsieur le Président.
Roquemaure, bajo una fina lluvia que hace las delicias para quienes tengamos un buen libro que leer entre las manos (Les Dieux Chiens de Masako Bando [Actes Sud]), escudriñemos el horizonte en dirección al sur o disfrutemos desde el granero, el ir y venir de las ardillas entre las ramas de los castaños desnudos.
La noche nunca será vieja mientras continuemos despiertos.
Pocas veces nos hemos quedado en Paris, y si no damos un salto fuera de las fronteras del hexágono, nos dejaremos acariciar por el mistral soplando en el valle del Ródano, caminando en dirección al puente de Avignon o simplemente, tomando un buen vino en “petit comité familial” en espera del repique de las campanas de la Collégiale de Roquemaure. Invitaciones no faltan, donde no faltará el champagne, el fois gras y un poco de “salsa” para moverse. La Nochevieja francesa no me motiva en lo absoluto, aunque en ocasiones haga de tripas corazón. Qué nos deseará Sarkozy este año desde el palacio del Élysée? Que nos preparemos para nuevas calamidades? Que no morirán más SDF en las calles de Paris? Que el acceso a la vivienda se hará realidad? Que trabajemos más para que ganemos más, incluso los domingos? Non, Merci! Seguro que vendrá bronceado del Brasil. Felicidades Monsieur le Président.
Roquemaure, bajo una fina lluvia que hace las delicias para quienes tengamos un buen libro que leer entre las manos (Les Dieux Chiens de Masako Bando [Actes Sud]), escudriñemos el horizonte en dirección al sur o disfrutemos desde el granero, el ir y venir de las ardillas entre las ramas de los castaños desnudos.
La noche nunca será vieja mientras continuemos despiertos.
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