Hay que contornear los viejos astilleros de La Ciotat y subir a las puertas del barrio alto, Mugel, para regalarse una vista hacia el viejo puerto, y aún más allá, el contorno de la costa hacia la playa de Saint-Jean, de Sainte-Marie y el farallón del Liouquet con sus pinos parasoles mirando al mar.Tomando una carretera que sube una cuesta, se llega a La Garde. Gigantescas villas y otras menos grandes a uno y otro lado de la ruta.
Sobre una colina que flanquea el mar, un conjunto inmobiliario que da la impresión de estar en Las Palmas de Gran Canaria o en Marruecos. Es “Altos de Figuerolles”. Por un sendero algo abrupto de higos y macizos de flores mediterráneas, se llega a lo alto de la colina donde se erige Notre Dame de La Garde, una capilla con votos marinos.
El sitio es remarcable. Las calas, los farallones rocosos, las gaviotas y otros pájaros marinos, el mar que se pierde en toda su extensión. A un costado de la capilla, un sendero tallado en la roca lleva a lo alto del promontorio. El mar es un espejo azul salpicado de yates y veleros. Hacia el oeste, los farallones y las calas de Cassis y Marsella.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire