La carretera que bordea el Ródano es una cinta helada que hace patinar el coche. El invierno se recrudece y el termómetro indica menos dos en Sauveterre. Al subir la cuesta que nos lleva al puente Daladier frontera entre Villeneuve y Avignon, la circulación se hace lenta y el humo de los carros ennegrece la fina capa de hielo al punto de hacerla desaparecer. La municipalidad tiene implantado un sistema de parqueo gratuito en dos puntos opuestos de la ciudad y eso ha hecho mucho bien a la circulación intramuros. Dejamos el carro parqueado en la isla Piot, que está en medio de la vía fluvial y tomamos una “navette” hasta la puerta de L’Oulle. La Place Crillon está desierta. Los comercios no han abierto y el viento agita las banderas del hotel D’Europe. Es día de Reyes. Las panaderías-pastelerías están de plácemes. Se celebra la Epifanía y las recetas del día equilibrarán los malos augurios de la crisis. Aunque ya es media mañana, la niebla no ha quitado la ciudad y las iluminaciones dan la sensación que cae la tarde. Hacemos nuestras gestiones y pese a la prisa nos detenemos frente a cada vidriera de panaderías. Es increíble que pueda haber tantas y tantas en todas las calles de la ciudad. La Place de l’Horloge es pura iluminación. La alcaldesa de Avignon no escatima en la imagen que necesita la ciudad para imponerse como atractivo polo turístico.
Antes que acabara el 2008 y por golosos ya habíamos cortado un gateau des rois. David no lo comió, argumentando que picarlo fuera de fecha era una herejía. Lo comimos nosotros y en castigo nos tocó una bruja como “fève”. Nuestros pasos nos llevaron hasta la panadería que conocemos bien. Y para mantener la tradición, compramos el gateau de rois que nos corresponde ofrecer.
Antes que acabara el 2008 y por golosos ya habíamos cortado un gateau des rois. David no lo comió, argumentando que picarlo fuera de fecha era una herejía. Lo comimos nosotros y en castigo nos tocó una bruja como “fève”. Nuestros pasos nos llevaron hasta la panadería que conocemos bien. Y para mantener la tradición, compramos el gateau de rois que nos corresponde ofrecer.
El termómetro sólo ha aumentado de un grado. La ciudad comienza a bullir. En el camino me tropiezo una publicidad por la Epifanía. Pienso en el sobrino David. Si seguimos basculando las tradiciones, terminarán por perderse. Las “galettes des rois” comienzan a invadir los espacios publicitarios. Eso es lo de menos. Lo triste son las invenciones. Aprieto el obturador para mostrar la pub a David. Y se las muestro a ustedes. Así va el mundo, perdiendo hasta el gusto por los sabores de antaño. No estoy contra la modernidad ni la creatividad, siempre que ésta no nos destruya!
Es realmente hermoso el gateau des rois que picamos al final de la tarde y que David disfrutó como un muchacho.
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