El Ródano, desde que lo crucé la primera vez, lo atrapé en mis pupilas como un talismán imposible de guardar en un bolsillo. Y cada vez, descubro que no es un río como los otros. Es más que un río, es un Bélico ficticio, el brazo de un mar incierto, una serpiente que no cesa de arrastrarse y humedecer con sus crecidas las tierras que lo bordean. El río es la frontera entre Vaucluse y Gard y se deja admirar desde sus dos riveras. La rivera languedociana es por la que siempre nos encaminamos a Avignon. Desde Roquemaure, la ruta cruza Sauveterre y más adelante, antes de cruzar el puente hacia Vaucluse, serpentea Villeneuve-lès-Avignon. Entrando, el panorama rocoso donde se yergue el Fort Saint-André cautiva toda la atención.
©cAc-2009
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El fuerte de estilo medieval fue encargado al arquitecto Jean du Louvres alías Loubières por Philippe le Bel en 1292 para imponer su poderío justo enfrente de las tierras del santo imperio romano-germánico y de los Papas de Avignon. La construcción fue determinada sobre el monte Andaon, lo que permitiría proteger la abadía benedictina y el burgo de Saint-André. Los trabajos terminaron en el siglo XIV.
El fuerte de estilo medieval fue encargado al arquitecto Jean du Louvres alías Loubières por Philippe le Bel en 1292 para imponer su poderío justo enfrente de las tierras del santo imperio romano-germánico y de los Papas de Avignon. La construcción fue determinada sobre el monte Andaon, lo que permitiría proteger la abadía benedictina y el burgo de Saint-André. Los trabajos terminaron en el siglo XIV.
Es impresionante la muralla fortificada interrumpida por torres de rondas, y la puerta monumental protegida también por dos torres gemelas desde las cuales se acecha toda la llanura rodaniana, el Mont Ventoux, la cadena de las Alpilles, la vieja ciudad papal del otro lado del río y evidentemente, a sus pies, Villeneuve, en la que también nos detendremos sin prisa.
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