Mientras el tren va saliendo de la gare de Lyon, lentamente, temeroso de impulsarse en su carrera de raíles, las farolas van apagádose tocadas por una varita mágica. El tren atraviesa los suburbios cementados del sureste, estabiliza su respiración, Paris va quedando atrás en la bruma, y comienzan a aparecer esos campos arados, inmensas plantaciones, campanarios y pueblos todavía dormidos a esa primera hora de la mañana.
Los viñedos desnudos esperan la talla que los hará vestirse de hojas y racimos el siguiente año.
En primavera, las amapolas enrojecen sus claros en espera de ser sembrados. El “genêt” se expande durante el verano y vuelve oro los caminos y senderos alrededor de Clary. Las hojas comienzan a caer en octubre y ahora al final de noviembre, el bosque ve pasar los cazadores que se adentran en sus parajes a la caza de faisanes, perdices, patos salvajes extraviados y jabalíes.
Mientras el bosque vive a ritmo de fusiles de caza y del ladrido de las jaurías, el castillo se prepara para la fiesta de “primeurs”. Dos días de descubrimiento y paseo, porque Clary hace parte de los treinta y dos castillos, dominios y bodegas del Gard que proponen catar además del “primeur” Château de Clary, aquellos premiados entre los mejores nuevos vinos.
Clary vivió a ritmo de jazz para festejar su “primeur” y sirvió una excelente cena “cajun” preparada en la cocina del castillo. Para acercarnos a la Nouvelle Orléans, el pintor Serge Desiderio, de Montfaucon, instaló en la sala grande de la Academia ( http://www.academie-du-vin.fr/chateau_clary.php ) una serie de sus pinturas dedicadas al jazz.
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