

Comenzamos el paseo por la parte Haussmannienne del centro. El Barón Haussmann, habiendo sido prefecto del Var, acometió sus primeras obras de urbanismo en Toulon, cuando el ensanche de la ciudad fue ordenado por Napoleón III. Garnier fue llamado por el Barón para la construcción de su primera Ópera, que como Haussmann, le sirvió de modelo para el gran reordenamiento de la capital francesa. El entrenamiento urbano del que Toulon fue pionera, permitió igualmente la rehabilitación, no solo de Paris, sino también de Lyon, Marseille, Montpellier y Bordeaux.
Después de la segunda guerra, Toulon renova su parque de inmuebles del centro.
©cAc2008
Izq:Inmueble construido en la década de 1950.
Der:Edificio incorporado al paisaje urbano del centro de la ciudad durante la rehabilitación de los 70’.
Luego atravesamos el centro histórico, que fue durante mucho tiempo, refugio de la mafia local y de las aburridas noches de los marineros cuyos barcos escalaban en la rada. Con la rehabilitación urbana, el barrio nombrado Chicago, invadido de prostitutas y bares de mala reputación, ha casi desaparecido y los antiguos inmuebles van recuperando su esplendor de antaño.
©cAc2008
Izq:Inmueble construido en la década de 1950.
Der:Edificio incorporado al paisaje urbano del centro de la ciudad durante la rehabilitación de los 70’.
Luego atravesamos el centro histórico, que fue durante mucho tiempo, refugio de la mafia local y de las aburridas noches de los marineros cuyos barcos escalaban en la rada. Con la rehabilitación urbana, el barrio nombrado Chicago, invadido de prostitutas y bares de mala reputación, ha casi desaparecido y los antiguos inmuebles van recuperando su esplendor de antaño.
Volveremos a Toulon para perdernos en su célebre mercado provenzal y probar la cade, que es una galleta que se come caliente acabada de salir del horno, espolvoreada de pimienta y los buñuelos llamados Chichi Frégi, ambas especialidades, llegadas para quedarse, como sus inmigrantes italianos.
Una ligerísima llovizna nos invita a remontar el barrio, guarecernos en la estación y mirar la pizarra de los trenes que partirán en dirección a Marsella. La huelga no ha terminado, nuestro tren ha sido anulado. Ante la incertidumbre de nuevas supresiones, montamos en el tgv Nice-Génève y descendemos en la estación Saint-Charles. El próximo ter está anunciado con cierto retraso, finalmente, desbordado de pasajeros que van a Miramas, Arles y Avignon, el silbato anuncia la salida y el gusano de hierro se adentra en las tierras bañadas por el Ródano.
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