Ayer. Hoy. Dia de la virgen de Regla. Dia de la virgen de la Caridad del Cobre. Patrona de las aguas. Patrona de todos los cubanos. Yemayá y Ochún. Deidades criollas, representadas en el movimiento y la música que les presento en los dos vídeos tomados en febrero de este año en el Centro Cultural El Mejunje. El espectáculo, tambor y danza afrocubana, estuvo a cargo de Oché, grupo folklórico villaclareño.
mardi 8 septembre 2009
Regla & Caridad
mardi 1 septembre 2009
Liouquet, anse, corniche, couché de soleil…
Si despertarse al alba puede ser fortificante, ver partir el sol segundo a segundo puede calmar la más grande de las angustias, desalterar el cuerpo, doblemente si la mitad de él se sumerge en aguas cálidas e incitar al más tierno de los pensamientos. Mirar de soslayo, mirarlo fijamente, simplemente mirarlo en su adiós temporal, porque mañana nos regalará otro espectáculo crepuscular al que nos obligamos a asistir. El sol se ha encargado de globalizar sus adioses vespertinos, y lo hemos visto desvestirse minuto a minuto dejando una estela de azules grises rojos naranjas y violáceos paños celestes en multitud de sitios y lugares que claman ofrecer los crepúsculos más sensacionales. Cada sitio tiene su puesta de sol. Yo les ofrezco algunas instantáneas, de esas que cada tarde, desde la ensenada, o desde el farallón, o saboreando una “lotte dans son lit de persil et huile d’olive” desde la terraza de la Roche-Belle(*), en plena cornisa del Liouquet, me transportan lejos, y por supuesto, me dan la calma que me deja pensar en ustedes, mi familia, mis amigos…
lundi 31 août 2009
Parc du Mugel
Un abra entre el mar y el promontorio rocoso. Un jardín casi Edén lejos del bullicio, que respira humedad y se protege de los vientos. Descúbranlo una tarde soleada sin temor a broncear violentamente. Siempre hay un recodo, una sombra puntual, un banco al abrigo de todo y de nada. Escalar el promontorio por el camino que lleva al mirador puede ser fatigante si calzamos chancletas metedeos. La fatiga se esfuma cuando se llega arriba y la brisa marina golpea el rostro. Puro soplo de vida. Vean ustedes mismos.
Parc du Mugel©cAc
Mugel
Menos concurrida que Figuerolles, Mugel es barrio alto, cala y parque. El barrio, empinado en la colina desde la que el panorama es marino y rocoso, esconde detrás de sus muros, sólidas residencias sombreadas por palmeras, glicinas y buganvilias. Descendiendo la colina, una ensenada modesta obliga a una pausa refrescante. Y oculta entre cactus y pinos, la caleta de Mugel, yendo hacia el parque, a escasos cien metros. El Mediterráneo lujurioso, l’île Verte, los viejos astilleros, el nuevo polo carenero de yates y cruceros, los farallones rocosos que albergan toda la comunidad de gaviotas y cormoranes. Simplemente, Mugel.
Figuerolles
Una buena zambullida en la cala de Figuerolles no puede faltar en este blog. Cala bien abrigada, bajo la mirada rocosa del águila y la pasividad del promontorio leonino que se deja escalar por aquellos audaces que buscan el fondo penetrando de golpe en las frescas y límpidas aguas de la pequeña ensenada familiar. Figuerolles es mi remanso para la lectura de todos los « Courrier International » acumulados, distorsionado por las zambullidas de los otros y mis brazadas hasta las piedras reverberantes del islote. La mejor de esas tardes la compartí con la mirada dulce de Julie y el boquiabierto Alí mirando caer desde la altura a los intrépidos saltadores.
dimanche 30 août 2009
La route de crêtes
Muchos años atrás descubrí la ruta que va de La Ciotat a Cassis bordeando la costa. Desde entonces, la he andado en las dos direcciones y de todas las formas posibles. He tenido la suerte de hacerla sin los inconvenientes del viento, que por otro lado, obligan a su cierre. Y por ello no he reparado en las señalizaciones que invitan a la prudencia. « Caution by strong wind ». La primera vez no le puse atención por que era la primera vez. El ascenso es violento mientras das la espalda a los techos de la ciudad. No respiras, resollas. Y poco a poco vas ganando en altura y miras atrás, y la bahía se ha convertido en una diminuta ensenada. Las gruas del astillero se pierden azuzadas por la bruma que el sol hace desaparecer. Curvas, pinares, curvas, verrugas rocosas emergiendo de entre el suelo seco a veces manch un verde fatigado. Y sin darte cuenta has llegado al punto más alto de la ruta de las crestas que es el farallón más alto de Europa. « Gefahr starker wind ». Pero el viento es ligero, yo diría generoso, justo lo necesario para secar mi cuerpo que transpira. Desde la roca blanca que te incita a un magnífico suicidio, el mediterráneo se interpone. Es tan azul que la más fuerte de las cobardías no sería capaz de decir adiós a la vida ante un cuadro natural tan lleno de vida. Los veleros allá lejos, o más cerca, abajo, dejando su marca espumosa como prueba de la suavidad del mar. Islas cuyo nombre nadie logra decir mientras los que se detienen hacen con las manos una muralla al sol empeñado en dar brillo al mar y separar el horizonte. Gente que va y viene, que bajan, miran y vuelven a montar en su auto y siguen, ya han visto el mar, las islas, los otros farallones.
A pie, entre los senderos abiertos, pino a un lado, pino al otro, con arbustos nacidos para vivir sobre la roca, he camineteado la ruta de las crestas, mochila al hombro, prismáticos en la mano, sombrero sobre la testa. Solo. Solo con mis pensamientos en la otra mano, envueltos entre mis dedos, tocando el fondo del bolsillo. El izquierdo, ese que siempre tiene espacio para mi mano.
Otras veces en automóvil, con amigos queridos como Yolanda y Vidal, con Odette, con Marie-alix y David. Jamás en moto, pero estoy seguro que hacer la ruta de « crêtes » en moto le hubiera encantado a mi padre.
Este verano, me hice acompañar de la bicicleta que se activa desde que pongo un pie en La Ciotat. La primera parte de la subida es harto fatigante (los años quizás ?), y el sol se empeñaba en hacerla ardiente. Innecesario poner atención a « route dangereuse par vent violent », pero si a los otros que como yo hacen la ruta y no leen la señal cuadrada fondo azul como el mediterráneo próximo : « partageons la route ». Una carretera llena de peligrosísimas curvas, donde el cruce de dos a veces se define por la fuerza. Los autos que pasan, y conductor y pasajeros miran el mar, el abismo, la Sainte Baume, la Sainte Victoire en lontananza, las islas y la silueta calanquosa de Cassis, pero no ponen atención al ciclista diminuto que se aventura en el ascenso.
©cAc-rdc2009
Al regreso, en bajada, todos los virajes se visten de peligros, en cada curva un motor que ronronea, el mar abismal, detrás, los pinos inmutables, delante, el este, el mediterráneo frenado en la costa angelical y gruosa de La Ciotat, en la Corniche de Sainte Marie y en la siempre peligrosa del Liouquet. La ciudad amortajada por la bruma. El mar, papel plateado confitado de yates y veleros. L’île Verte siluetada haciéndole competencia al promontorio con pico de águila. Saint-Cyr, Les Lecques, Bandol, Porquerolles, en la línea de la costa. Me he desviado de la ruta trescientos metros. Para disfrutar del paisaje que rodea el promontorio donde está situado « el semáforo », y donde una carta de orientación invita a ponerse ojos de águila y descubrir todo lo que ofrece el horizonte en derredor. Pasado el mediodía, calmo la sed con el agua fresca de mi cantimplora pero no puedo calmar el hambre que se avecina. Vuelvo a ponerme el casco, sigo la orientación de mi estómago y regreso al cruce de ruta y me avalancho hacia la ciudad, a la casa, donde la sombra generosa del mûrier me espera.