Mantener las tradiciones es la manera más simple de perpetuar la identidad de los pueblos. Con el progreso, que no siempre va de par con el respeto de las tradiciones, con la vergüenza que mucha gente muestra pensando que las tradiciones empequeñecen o que ya están pasadas de moda (y la tradición no es moda, es complemento de la vida), y con los regímenes que intentan borrar las identidades regionales y nacionales prohibiendo tal o más cual manifestación, las fiestas votivas y las tradiciones van muriendo. Me satisface muchísimo cuando veo lo que dan de sí aquellas gentes que no vacilan en vestirse como antaño, en salir a la calle con la virgen a cuestas y en amenizar tocando hasta la fatiga para que la lucidez no se pierda. Y todo eso, no me complace verlo como un espectáculo, en absoluto, me complace verlo como la salvaguarda de los ritos y tradiciones, que son muchos más viejos que los hacedores de leyes, los « justicieros » de hoy, los controladores de la memoria. Me levanté con las primeras luces del alba, entrando por las rendijas de las contraventanas, y los cormoranes revoloteando encima de la casa. Mi mañana dominical estaba programada de tal manera que no me perdiera la « bénédiction des bateaux » como es usual cada quince de agosto en la « ville des frères Lumières ».
©cAc-2009ciotat La benedicción comenzó con un baile de danzas provenzales en la explanada de la iglesia Notre Dame. Y no me pude contener en fotos. Sólo que me autorizo a colgar una, la de esta jovencita de la « Escolo de la Ribo », cuya sonrisa y candidez atrajo a muchos de los que disfrutamos de los bailes típicos de la Provenza costera.
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Luego oficiaron misa en la iglesia Notre Dame, y al término, comenzó la procesión con la virgen llevada por un cuerpo de oficiales marinos. De la procesión y de la benedicción en mar son las imágenes siguientes. Pueblo, turistas curiosos, la curia ciotadana, el alcalde, los amigos y los amigos de los amigos, periodistas y falsos reporteros, y hasta la bronceada miss La Ciotat, tomaron parte en la festividad que contó, como les decía antes con la generosidad del sol y la ternura del mar salpicando a la virgen que curiosa también, disfrutaba del paseo de bendición.
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