lundi 5 janvier 2009

Châteauneuf-du-Pape

Atravesamos Châteauneuf-du-Pape cada vez que vamos a Sorgues para encontrarnos con la familia Gaillard, y no ponemos atención que estamos atravesando el pueblo de los Castals-Papals, cuyos vinos, elaborados a partir de trece variedades de uva, son distinguidos en el mundo entero. El sábado fue uno de esos días, y quise caminarlo a mis anchas, entrar en sus famosas bodegas y subir a las ruinas de la otrora residencia de verano de los pontífices cuando Avignon era ciudad papal.













Châteauneuf se alza en una de las suaves colinas que se empinan tímidamente en la llanura sur del territorio y que limita con el Ródano. La cercanía del río ha propiciado la formación de terrazas de aluvión, y la presencia de guijarros de quarzite arrastrados en sus crecidas. Estas piedras que cubren el terreno devuelven a las viñas durante la noche el calor que acumularon durante el día.

Desde las ruinas del château, el pueblo regala un espectáculo de tejados sostenidos por cornisas provenzales, el campanario esbelto entre las casas, los viñedos que rodean la comuna y en la lejanía, hacia el sur, Avignon envuelta en la bruma del Ródano que la serpentea. Hacia el nordeste, “les dentelles de Montmirail”, como antesala del Mont Ventoux, omnipresente.

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