Julio es un mes propicio para encuentros y desencuentros. Al menos, eso parece indicar el horóscopo gatuno. Otra historia de gatos, pensarán ustedes, y en efecto, abrimos una página de maullidos ininterrumpidos. Los maullidos venían de un sitio en el jardín, que al estar sumido en la oscuridad no nos permitía descubrir el autor o autora del miau-miau insoportable. Sí, insoportables, porque si bien es cierto que me gustan los animales, detesto los interminables maullidos, que es casi como no amar los gatos. Descubrimos la mancha negra en la oscuridad absoluta de la cavidad del pozo. A fuerza de ruegos, hicimos venir al animal hasta nosotros, cuando la campana de la Colegiala anunciaba medianoche. Platicamos, reflexionamos, nos vimos en una situación de amparo, bien entendido, por una noche, y sabiendo que a qué atenernos, le propusimos leche, queso crema, agua y un tapiz para que pasara la noche en el soportal de la entrada de la casa. A la mañana siguiente, el tapiz no revelaba trazas de pelos negros pero los maullidos aumentaban a medida que la vida despertaba en la casa. La buscamos por todo el jardín bañado de rocío y de la claridad matinal. Ni en el pozo, ni escondida debajo del seto. Tardamos en darnos cuenta que estaba subida en la morera, que le sirvió de cama para pasar la noche. Es que pensaría que al estar en altos no estaría expuesta a nuevos peligros? Tuve que usar una escalera para atraparla de su refugio en la morera, no tan alta felizmente. Rechazó la leche, tomó agua y comenzó a mirarnos convencida que había carenado en buen puerto. Pero una ilusión gatuna sin nuestro consentimiento. Oímos cierta oposición de Thomas, y un si no, no sí de David. Pregunté a casi todos los vecinos (a muchos no los conocía a pesar de que lo éramos desde que puse los pies en el quartier hace una buena quincena de años), y de ninguno era la bola negra que seguía maullando, embobinada frente a la casa. La aceptación de quedarnos con la gata tuvo su inicio con la anuencia de David. Sabíamos que estaba listo para arropar uno en su casa. Al mediodía compartí mi salmón con Paulette que más tarde terminaría llamándose Meiko. Meiko-san, jeune fifille de cinco meses, a la que abrimos expediente en el cabinet del veterinario que se ocupara de Mélie, hasta su partida en el 2002, al cabo de veinte años pasados en la familia. Mélie era madrileña e hizo el único viaje de su vida en un tren, que la trajo primero hasta Avignon, y luego bordearía el Ródano para instalarse en Roquemaure. El veterinario se ocupó de hacer cuanto análisis y tratamiento requería la nueva integrante de la familia. Meiko ha heredado la “caisse” en mimbre de Mélie. He sabido que Lola apareció para alegría de Ema & Hugo. Yo les he anunciado la llegada de Meiko. Al final de la tarde yo salí para comprarle un kit de pozuelos en inox. David le ha ofrecido una pelota suave rosada. Incluso Thomas ha manifestado afecto por la “recogida”. Es tranquila y no nos ha molestado con aullidos durante la noche. Durmió en los bajos, en el vestíbulo de entrada. Hoy le permitimos acompañarnos mientras desayunábamos. Ella juega y ronroneaba entre nuestras piernas y pies descalzos. “Pot de colle”, que es Meiko, Meiko-san, la “recogida”, desde hoy hace parte del cotidiano familiar y tendrá que adaptarse a nuestras futuras ausencias. Felizmente, David & Thomas, están motivados por su presencia. ©cAc
jeudi 28 juillet 2011
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