©cAc-gi09
En el siglo XIII las monjas clarisas fundaron su convento en terrenos próximos a Castelló. Más tarde, a finales del XVII, el convento fue trasladado a proximidad de la basílica. Santa Clara me persigue en muchos de mis viajes y me pregunto si es que mi ciudad me falta y su patrona se empeña en acercármela en cualquier recodo o paraje por el que me escape. Con su modesta iglesia de una sola nave y su sencillo claustro, compuesto de galerías de arcos de medio punto, el Convento de Santa Clara, sin pretensiones monásticas varios siglos ya corridos desde el lejano 1260, dejaba escapar los acordes de un arpa que se lamentaba sin razones.
Bajamos por la calle mitad sombra mitad reflejo del sol y buscamos la salida del pueblo. Allí justamente, en la carrer de Santa Clara, terminamos el noble recorrido por las calles que vieron deambular a luz de una antorcha a los condes de Empúries.


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En el siglo XIII las monjas clarisas fundaron su convento en terrenos próximos a Castelló. Más tarde, a finales del XVII, el convento fue trasladado a proximidad de la basílica. Santa Clara me persigue en muchos de mis viajes y me pregunto si es que mi ciudad me falta y su patrona se empeña en acercármela en cualquier recodo o paraje por el que me escape. Con su modesta iglesia de una sola nave y su sencillo claustro, compuesto de galerías de arcos de medio punto, el Convento de Santa Clara, sin pretensiones monásticas varios siglos ya corridos desde el lejano 1260, dejaba escapar los acordes de un arpa que se lamentaba sin razones.
Bajamos por la calle mitad sombra mitad reflejo del sol y buscamos la salida del pueblo. Allí justamente, en la carrer de Santa Clara, terminamos el noble recorrido por las calles que vieron deambular a luz de una antorcha a los condes de Empúries.
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